Aunque se habían producido avances, la guerra entre los gatos y los sofás continúa y de hecho amenaza con recrudecerse. La esperanza de una solución pacífica se quebró ayer de madrugada, cuando la gata Pitusina, de Barcelona, atacó al sofá Landskrona de su domicilio, que amaneció con arañazos en sus reposabrazos, en los laterales y en las patas. Así, el posible diálogo entre las partes contendientes saltó ayer en pedazos, augurando “negras horas para los tresillos”.
Esta noche ha habido nuevos enfrentamientos y por lo menos 69 sofás españoles están ya para tirar a la basura, aunque nadie se ha molestado en recoger sus cadáveres, que permanecen en sus respectivos salones a modo de recordatorio de lo que puede ocurrir a aquellos que osen sustituirles. Mientras tanto, los gatos que los masacraron siguen cebándose con sus restos. Entretanto, miles de sofás, convertidos ya en un campo de batallan, han lanzado un ultimátum a los felinos, negándoles “un reposo confortable en sus inmediaciones”.
“Nosotros somos las víctimas aquí”, recuerdan los sofás. Los gatos, sin embargo, hablan de “provocación” y acusan a los sofás no solo de tener “texturas perfectas para afilarse las uñas”, sino también, y sobre todo, de esconderles sus juguetes por debajo.
Algunas organizaciones están denunciando que miles de sofás son masacrados cada día ante el silencio de la comunidad internacional y de los dueños de los gatos.
Visto en: Mundo Today